“ESA persona no vive aquí”, le dije a los oficiales del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas cuando tocaron a mi puerta en Queens, temprano el 17 de abril de 2012, buscando a alguien que de quien yo nunca había escuchado. Tenía miedo, porque mi esposo y yo no teníamos papeles. Sin embargo, los dejé pasar.
No encontraron al hombre que estaban buscando, pero en cambio, se llevaron a mi esposo, José Luis Vivas. Nuestras hijas, Ariana, ahora 9, y Leslie, ahora 7, estaban observando. No sabía qué decirles, así que les dije que esos hombres eran amigos de su papá, jugando un juego y que él regresaría pronto. No regresaría.
(Artículo original aquí: http://www.nytimes.com/2013/06/13/opinion/will-congress-bring-my-husband-back.html)
Después de seis meses en detención en New Jersey, aceptó irse voluntariamente y fue expulsado en noviembre.
El senado está debatiendo una reforma migratoria que le daría a padres como José la oportunidad de reunirse con sus familias y brindarnos a ambos un camino hacia la ciudadanía. El congreso la debe aprobar.
Nací en un pequeño pueblo en el estado de Oaxaca, en México. Nunca conocí a mi padre. Viví con mis abuelos mientras mi madre trabajaba en Ciudad de México, para mantener nuestra familia, hasta que en sexto grado me reuní con mi madre. Quería recibir más educación, pero no teníamos suficiente para los útiles. Fue entonces cuando me decidí a venir a los Estados Unidos para ayudarle a mi madre y a mi hermana menor. Me sentía como una carga. Tenía 14 años cuando crucé la frontera en mi Segundo intento con otros inmigrantes y la ayuda de un guía. Eso fue hace 14 años, en junio de 1999.
Cuando llegué a Nueva York, fue difícil encontrar trabajo, pero lo hice, en fabricas de perfumes, en lavanderías y en limpieza de oficinas. En 2001 conocí a José en Queens. Era del estado de Puebla que limita con Oaxaca y había llegado a los Estados Unidos en 1998. Conocía al esposo de mi prima, al principio éramos solo amigos, pero después, mucho más. No nos casamos oficialmente, bromeábamos que lo haríamos a los 50 si seguíamos juntos, pero estábamos comprometidos a ser una familia. El me ha dado apoyo incondicional en nuestros momentos más difíciles.
En 2001, mi madre vino a los Estados Unidos y dos años después, todos nos fuimos a vivir juntos en Cincinnati. Pero entonces mi madre murió en un accidente de auto. José me ayudó a sobrevivir mi pena. Poco después traje a mi Hermana menor de México. Después nació mi hija Arianna; dos años más tarde tuvimos a Leslie. Habíamos creado la familia que nunca tuve.
José es un hombre muy responsable y trabajador. Trabajaba seis días a la semana en una bodega. Celebramos cumpleaños, bautizos, navidad y año nuevo y siempre íbamos juntos a la iglesia. El sábado era su único día libre. Las niñas y yo lo esperábamos los viernes en un parque cerca a la bodega para poder pasar el mayor tiempo posible con él.
Durante los meses que José estuvo detenido, en Monmouth County Correctional Institution, en Freehold, N.J., hablamos por teléfono como una vez al mes, por tan solo 8 o 10 minutos, porque las llamadas eran muy caras. Varias veces viajamos por dos horas para visitarlo. Sólo nos permitían verlo por 15 minutos detrás de un vidrio. Mis hijas lo querían besar y abrazar y no podían. José finalmente aceptó regresar a México. Estaba aquí indocumentado y pensó que perdería su caso legal.
En junio de 2012, el presidente Obama anunció un programa para aplazar las deportaciones de inmigrantes indocumentados como yo, que están en la escuela secundaria o se han graduado, son menores de 31 años, ingresaron al país antes de los 16 años y han vivido continuamente aquí por lo menos cinco años. Mi solicitud está pendiente y estoy conseguir mi GED. Posiblemente José podría haber calificado, pero no lo sabíamos antes de que aceptara irse.
A veces pienso en cómo traté de evitar que mis hijas pasaran por lo que yo pasé, crecer sin un padre. Me pregunto si fracasé.
He considerado llevar a mis hijas a México para estar con José. Pero nunca lo haría. Es un país extraño para ellas. No las quiero exponer a la violencia que hay allá hoy en día. No les quiero quitar la oportunidad de tener una mejor vida. Mis hijas son ciudadanas y tienen el derecho de crecer aquí.
Este es el Segundo año que nuestras hijas no podrán abrazar a su padre en el día del padre. Cuando preguntan dónde está, no sé si les debo decir la verdad o mentir. Está afectando el estudio de mi hija pequeña. Puede que no pase a tercer grado. Ellas esperan que él regrese para ayudarles a hacer la tarea, disfrutar de los dibujos de Arianna, reírse con las travesuras de Leslie e ir al parque juntos cuando su papá salga del trabajo, para que pueda empezar el fin de semana.
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